La prisa constante y la obsesión por la eficiencia y productividad pueden tener graves consecuencias para nuestra salud mental y física. Disminuyen la capacidad de tolerancia a las frustraciones. ¿Qué hacer?
Suena el despertador de un lunes con agenda cargada. Entrevistas de trabajo, los chicos al colegio y el mal hábito de revisar las notificaciones del Smartphone, antes de lavarse los dientes. Ya es parte de la rutina, que sin darnos cuenta se instala de forma permanente. No solo debemos hacerlo todo, sino de forma perfecta.
La prisa constante y la obsesión por la eficiencia y productividad pueden tener graves consecuencias para nuestra salud mental y física. La quietud y reflexión, vistos como un obstáculo frente al potencial desarrollo profesional y búsqueda de status. No sólo como una expresión de reconocimiento social sino como un argumento que justifique la prisa desmesurada.
Como señala el sociólogo Zigmunt Bauman, “la modernidad líquida nos obliga a vivir en un estado de constante incertidumbre y cambio, y nos impone la tarea de ser siempre más rápidos y eficientes en todo lo que hacemos”.
La persecución de resultados idealizados que no aceptan errores y que resultan inalcanzables. Disminuye así nuestra capacidad de tolerar ciertas frustraciones, por fuera de los escenarios esperados. Como sabemos, la vida pocas veces sale como esperamos y eso requiere apertura y adaptabilidad.
De eso los argentinos sabemos bastante.
Vida en modalidad Reel
Como señala Adam Grant, profesor de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, es necesario reconocer que la productividad no es lo único importante en un entorno laboral, y que la calidad de vida y bienestar emocional de los trabajadores también deben ser considerados como pilares en el rendimiento.
Es por ello que nunca antes la salud mental había tomado tanta relevancia. Principalmente la psicología destaca la importancia de aprender más que nunca a gestionar nuestras emociones, en la búsqueda de un equilibrio entre calidad de vida y las exigencias del mundo moderno. La pausa como elemental y necesaria para revalidar compromisos y objetivos a corto y mediano plazo.
Jornadas excesivas de trabajo, falta de descanso y sedentarismo son algunas de las causas que llevan al llamado síndrome del burn out o quemado, entendido como un contexto en el que el consultante ya no puede responder a las exigencias laborales o profesionales. Se produce una sobrecarga, un sostenimiento excesivo frente a factores estresantes que se vuelven insostenibles
¿Qué podemos hacer frente a estas situaciones que ponen a prueba nuestra salud mental?
- Establecer límites claros: asumir responsabilidades y tareas realistas de lo que se puede lograr en un día y evitar llegar al agotamiento físico y emocional.
- Hacer pausas frecuentes: aunque puede parecer contradictorio, ayudará a ser más productivo a largo plazo.
- Practicar el autocuidado: Tomarse el tiempo para hacer cosas que gusten, comer bien, hacer ejercicio regularmente y dormir lo suficiente.
- Establecer prioridades: aprende a diferenciar lo importante de lo urgente.
- Aprende a delegar: de esta manera, se logra concentración en las responsabilidades que realmente requieren atención e impronta.
- Practicar la gratitud: apreciar lo que se tiene en vez de focalizarse en lo que te falta. Mantener una actitud positiva reduce el estrés.
- Buscar apoyo: si el estrés se vuelve abrumador, considerar hablar con un profesional de la salud mental para recibir apoyo y orientación. Lo percibido como vulnerabilidad requiere ser atendido para superarse.
- La diferencia reside en comprender que existen alternativas entre ser víctimas de la vorágine y buscar un equilibrio mayormente saludable. Hay que darse tiempo para vivir, y que no se convierta en un Reel.
FEDERICO TOLEDO
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